dimecres, 27 d’agost del 2008

Mi propio Manifiesto (I). Por Arturo Pérez Reverte


Lean este artículo de Pérez Reverte. Es realmente esclarecedor.

PATENTE DE CORSO
Mi propio manifiesto (I)
ARTURO PÉREZ-REVERTE XLSemanal 24 de Agosto de 2008.
A ciertos amigos les ha extrañado que el arriba firmante, que presume de cazar solo, se adhiriese al Manifiesto de la Lengua Común. Y no me sorprende. Nunca antes firmé manifiesto alguno. Cuando leí éste por primera vez, ya publicado, ni siquiera me satisfizo cómo estaba escrito. Pero era el que había, y yo estaba de acuerdo en lo sustancial. Así que mandé mi firma. Otros lo hicieron, y ha sido instructivo comprobar cómo en la movida posterior algún ilustre se ha retractado de modo más bien rastrero. Ése no es mi caso: sostengo lo que firmé. No porque estime que el manifiesto consiga nada, claro. Lo hice porque lo creí mi obligación. Por fastidiar, más que nada. Y en eso sigo.

No es verdad que en España corra peligro la lengua castellana, conocida como español en todo el mundo. Al contrario. En el País Vasco, Galicia y Cataluña, la gente se relaciona con normalidad en dos idiomas. Basta con observar lo que los libreros de allí, nacionalistas o no, tienen en los escaparates. O viajar por los Estados Unidos con las orejas limpias. El español, lengua potente, se come el mundo sin pelar. Quien no lo domine, allá él. No sólo pierde una herramienta admirable, sino también cuanto ese idioma dejó en la memoria escrita de la Humanidad. Reducirlo todo a mero símbolo de imposición nacional sobre lenguas minoritarias es hacer excesivo honor al nacionalismo extremo español, tan analfabeto como el autonómico. Esta lengua es universal, enorme, generosa, compartida por razas diversas mucho más allá de las catetas reducciones chauvinistas.
La cuestión es otra. Firmé porque estoy harto de cagaditas de rata en el arroz. Detesto cualquier nacionalismo radical: lo mismo el de arriba España que el de viva mi pueblo y su patrona. Durante toda mi vida he viajado y leído libros. También vi llenarse muchas fosas comunes a causa del fanatismo, la incultura y la ruindad. En mis novelas históricas intento siempre, con humor o amargura, devolver las cosas a su sitio y centrarme donde debo: en el torpe, cruel y desconcertado ser humano. Pero hay un nacionalismo en el que milito sin complejos: el de la lengua que comparto, no sólo con los españoles, sino con 450 millones de personas capaces, si se lo proponen, de leer el Quijote en su escritura original. Amo esa lengua-nación con pasión extrema. Cuando me hicieron académico de la RAE acepté batirme por ella cuando fuera necesario. Y eso hago ahora. Que se mueran los feos.
Quien afirme que el bilingüismo es normal en las autonomías españolas con lengua propia, miente por la gola. La calle es bilingüe, por supuesto. Ahí no hay problemas de convivencia, porque la gente no es imbécil ni malvada, ni tiene la poca vergüenza de nuestra clase política. La Administración, la Sanidad, la Educación, son otra cosa. En algunos lugares no se puede escolarizar a los niños también en lengua española. Ojo. No digo escolarizar sólo en lengua española, sino en un sistema equilibrado. Bilingüe. Ocurre, además, que todo ciudadano español necesita allí el idioma local para ejercer ciertos derechos sin exponerse a una multa, una desatención o un insulto. Métanse en una página de Internet de la Generalidad sin saber catalán, por ejemplo. De cumplirse el propósito nacionalista, quien dentro de un par de generaciones pretenda moverse en instancias oficiales por todo el territorio español, deberá apañárselas en cuatro idiomas como mínimo. Eso es un disparate. Según la Constitución, que está por encima de estatutos y de pasteleos, cualquier español tiene derecho a usar la lengua que desee, pero sólo está obligado a conocer una: el castellano. Lengua común por una razón práctica: en España la hablamos todos. Las otras, no. Son respetabilísimas, pero no comunes. Serán sólo locales, autonómicas o como queramos llamarlas, mientras los países o naciones que las hablan no consigan su independencia. Cuando eso ocurra, cualquier español tendrá la obligación, la necesidad y el gusto, supongo, de conocerlas si viaja o se instala allí. En el extranjero. Pero todavía no es el caso.
Y aquí me tienen. Desestabilizando la cohesión social. Fanático de la lengua del Imperio, ya saben. Tufillo franquista: esa palabra clave, vademécum de los golfos y los imbéciles. La puta España del amigo Rubianes. Etcétera. Así que hoy, con su permiso, yo también me cisco en las patrias grandes y en las chicas, en las lenguas –incluida la mía– y en las banderas, sean las que sean, cuando se usan como camuflaje de la poca vergüenza. Porque no es la lengua, naturalmente. Ése es el pretexto. De lo que se trata es de adoctrinar a las nuevas generaciones en la mezquindad de la parcelita. Léanse los libros de texto, maldita sea. Algunos incluso están en español. Lo que más revienta son dos cosas: que nos tomen por tontos, y la peña de golfos que, por simple toma y daca, les sigue la corriente. Pero de ellos hablaremos la semana que viene.

5 comentaris:

Anònim ha dit...

Pues, sinceramente, creo que Reverte, al cual sigo también con interés en reflexiones como la presente, "ha meado algo fuera de tiesto".
No es necesario "ciscarse" en la patria, como no es necesario que "la patria nos la sople" (Savater dixit) por más que determinados grupúsculos las utilicen como camuflaje de poca vergüenza.

No podemos caer en el recurrente error, al que nos incitan los nacionalismos periféricos, de renegar de España ni de reprimir legítimos sentimientos de orgullo, por qué no, de ser españoles. Y todo por tal de rechazar también el provincianismo de nuestros tontilocos eternamente descontentos.

Se empieza con un sutil distanciamiento del apego a la patria, autoengañándonos en que es posible la libertad y la justicia sin una idea de proyecto común unificadora, se sigue hacia derroteros más "apátridas" (ni banderas, ni símbolos, etc...) y finalmente se acaba "amontillado", es decir, abrazando "sucedáneos" de patrias chicas que nunca tuvieron trayectorias históricas reales (Julián Marías)

Saludos de un Apañó

Anònim ha dit...

Pérez-Reverte utiliza la siguiente frase: "yo también me cisco en las patrias grandes y en las chicas, en las lenguas –incluida la mía– y en las banderas, sean las que sean, cuando se usan como camuflaje de la poca vergüenza". Estoy totalmente de ACUERDO. Es más me "cisco" en TODO. En TODO, como dice él, CUANDO SE USE COMO CAMUFLAJE DE LA POCA VERGÜENZA. No dice "POR MÁS que determinados grupúsculos las utilicen como camuflaje de poca vergüenza", dice "CUANDO". Pienso que hay una gran diferencia en el significado.

Ese es el sentido que interpreto yo que tiene su artículo, la utilización que se hace desde los nacionalismos para tapar vergüenzas y ocultar su necedad. Los instrumentos para tal fin son los habituales; banderas, lenguas, sentimientos de pertenencia a la tribu...eso sí, todo convenientemente SENTIMENTALIZADO y MANIPULADO.

Personalmente no soy muy partidario de ondear banderas gratuitamente. Eso sí, respeto lo que significan y su sentido. Por ejemplo, la bandera constitucional que ondea en nuestro ayuntamiento, junto con la catalana y la europea, a esas sí que les doy sentido y me alegro mucho de que estén. A parte de que es la ley, me recuerdan cuando paso, que estoy en un estado de derecho amparado por la Constitución. Que luego muchos de mis derechos constitucionales en la practica se me niegen, eso es otra historia. Precisamente estamos en esa lucha...

Saludos.

Anònim ha dit...

Masianel.les, las banderas de las naciones nunca se ondean "gratuitamente", sino como expresión y reconocimiento simbólico de una razón justificada por su correspondiente trayectoria histórica real.

Ya sabemos que los nacionalismos periféricos instrumentalizan las lenguas y los símbolos para satisfacer sus apetitos particularistas y, por lo tanto, para tapar necedades y vergüenzas, pero no por ello debemos caer en el error de Reverte, sutil, muy sutil, que pretende desvincularnos de nuestros símbolos por tal de mejor arremeter contra los del contrario.

Queda bien, aséptico y muy "progre", decir que España nos la sopla (Savater) o como Reverte en esta ocasión:

" También me cisco en las patrias grandes y en las chicas, en las lenguas –incluida la mía– y en las banderas, sean las que sean, cuando se usan como camuflaje de la poca vergüenza.

No cabe duda de que, a lo largo de la historia, las patrias y las banderas han sido pretexto y causas directas de no pocas desvergüenzas, pero creo propio de "tramposillos" efectuar tan sutil renuncia de quiénes somos a través de una argumentación tan "sibilina".

Yo también podría decir que "me cisco" en los medios de transportes aéreos cuando son causa de graves accidentes e infortunios (Spanair sin ir más lejos) o podría "ciscarme" en la energía nuclear cuando ésta se usa con la poca vergüenza de construir armas atómicas.

Podría, incluso, "ciscarme" en el ser humano "cuando" éste se mostrase necio o con poca vergüenza, es decir, constantemente si atendemos las nefastas consecuencias de sus acciones desde que el mundo es mundo.

Podría ciscarme en muchas cosas e ideas, pero no podemos caer en el recurrente error de renunciar a quiénes somos, ya sea con el descaro irreverente de Rubianes, la soplapollez de Savater o la sutileza de Reverte, por tal de negar a otros sus demandas peregrinas.
Pareciera que existiese una necesidad enfermiza por demostrar nuestro desapego a España, y todo por tal de mejor negar las reivindicaciones ilegítimas de los eternos descontentos.

-Vale, es como si quisiéramos decir, yo no me sentiré español si tú no te sientes catalán, vasco o gallego.

¿Pero qué suerte de trampa dialéctica es ésta?
¿Por qué no he de poder sentirme español con orgullo, por más errores que la nación española (como cualquier otra nación) haya podido cometer a lo largo de la historia?

España, la nación española, sí posee una trayectoria histórica real que avala su Razón de Ser, mientras que otras, que tan sólo fueron trayectorias posibles en determinados momentos históricos, no pueden, por tanto, equipararse a la misma en términos de igualdad, ni lógica ni racional.

Es del todo falaz "igualar" aquello que es y ha sido con lo que nunca fue; es irracional y meramente sentimental pretender hacer pasar por reales sueños y deseos de independencia y de autodeterminación.

Sí, los sueños, los deseos y las aspiraciones son reales, y cada vez se hallan más enraizados en los subconscientes colectivos de los diferentes mundillos nacionalistas, pero no, no existe la nación catalana, ni la vasca ni la gallega, por más que un grupo de acomplejados, que ha tiempo se distanciaron de España, decidieran revestir tal mentira con ropajes de arbitraria legalidad.
Y digo bien "arbitraria legalidad", pues no entiendo por qué ha de tener más legitimidad la voluntad de un grupo cansino de pedigüeños, y de quienes ante ellos claudican, que el dictamen de la historia, inapelable, real y verdadero.

No sé si me expliqué con claridad...

Saludos de un Apañó.

Anònim ha dit...

Para mí sí es gratuito el uso que se hace habitualmente de símbolos. Gratuito visto como innecesario y con afán manipulador. Más bien, como necesario para, en vez de significar un determinado territorio con una determinada entidad jurídica, es utilizado por una ideología en particular. Da igual cuál y da igual el símbolo. A eso me refiero.

Actualmente si ondeas una bandera española "eres un españolista" y si lo haces con una catalana "eres un catalanista". Pues no, la verdad es que soy un español catalán, y punto. Sin más connotaciones. Simplemente lo que soy, y afortunadamente, no tengo la desgracia de no sentirme de tal manera. Igual pasaría si hubiera nacido en Santander, sería un español cántabro, y punto. Sin más.


No creo que Reverte pretenda desvincularnos de nuestros símbolos, simplemente trivializa sobre la banderil, simbolera y patriotera fiebre general de la que somos tesigos. Trata de quitarle importancia a lo que, para otros, sería causa de muerte, no viendo más allá de lo que es, un trozo de ropa con colores. Trata que el lector reflexione sobre que el problema no es el símbolo en sí; el problema es el mal uso que se hace de ellos. Llega incluso hasta el absurdo. "Detesto cualquier nacionalismo radical: lo mismo el de arriba España que el de viva mi pueblo y su patrona".


No veo mal que te ciscaras en todo lo que te parece mal; una compañía aérea imcompetente, una central nuclear que no funciona, la gente que hace cosas malas,,,...pero fíjate, siempre pones un motivo por el que ciscarte en ellas. En las compañías aéreas competentes, en las centrales nucleares que funcionan bien y en las personas buenas, no lo haces. Ciscarte en las cosas que van mal no significa hacerlo en la totalidad de ellas; no en todas las compañías aéreas, no en todas las centrales nucleares y no en toda la gente, por ejemplo.

Todo este trozo de tu comentario lo comparto totalmente...Es más, te felicito por él.
"¿Por qué no he de poder sentirme español con orgullo, por más errores que la nación española (como cualquier otra nación) haya podido cometer a lo largo de la historia?

España, la nación española, sí posee una trayectoria histórica real que avala su Razón de Ser, mientras que otras, que tan sólo fueron trayectorias posibles en determinados momentos históricos, no pueden, por tanto, equipararse a la misma en términos de igualdad, ni lógica ni racional.

Es del todo falaz "igualar" aquello que es y ha sido con lo que nunca fue; es irracional y meramente sentimental pretender hacer pasar por reales sueños y deseos de independencia y de autodeterminación.

Sí, los sueños, los deseos y las aspiraciones son reales, y cada vez se hallan más enraizados en los subconscientes colectivos de los diferentes mundillos nacionalistas, pero no, no existe la nación catalana, ni la vasca ni la gallega, por más que un grupo de acomplejados, que ha tiempo se distanciaron de España, decidieran revestir tal mentira con ropajes de arbitraria legalidad.
Y digo bien "arbitraria legalidad", pues no entiendo por qué ha de tener más legitimidad la voluntad de un grupo cansino de pedigüeños, y de quienes ante ellos claudican, que el dictamen de la historia, inapelable, real y verdadero."

Personalmente, le añadiría que sentirme orgulloso de ser español no es incompatible con también sentirme orgulloso de ser catalán. Como también lo soy de mi medio orígen andaluz. Ninguna de estas condiciones están en conflicto o en contradicción.

He conversado esta mañana con Gemma y hemos hablado de tus comentarios. Me ha referido a otro artículo de Reverte que habla también de este tema. Reverte contesta a alguien que le ha recrimidado la expresión "País de mierda". Te paso el enlace. Se titula "Un facha de 7 años".

http://www.capitanalatriste.com/escritor.html?s=patentescorso/pc_06jul08

Leyéndolo, la interpretación que ambos hacemos de "mi propio manifiesto", la hagamos con un poco más argumentada sobre lo que realmente quiere transmitir el autor.

Creo que perder tanto el tiempo reivindicando y exaltando patrias y símbolos lo que hace es que la sociedad, principalmente los políticos, se oviden de lo que realmente importa...LAS PERSONAS. Además viene muy bien como excusa para, como vecíamos anteriormente, tapar sus vergüenzas y disimular su ineptitud.

Al final, el que termina pagando es un inocente niño de 7 años, por poner un ejemplo.

Saludos

Anònim ha dit...

Te acepto el matiz sobre la intención de Reverte por trivializar la importancia de los símbolos, pues estoy seguro de que no estaba en su ánimo, ni mucho menos, desvincularnos de nuestros símbolos ni de nuestra realidad española.

Sé que no estaba en su ánimo dicha intención "desvinculadora", pero su discurso parece esconder una falacia post hoc, es decir, argumenta que como las banderas y los símbolos son causas frecuentes de necedades y de poca vergüenza, entonces pareciera lógico concluir, erronéamente pienso, que todos los símbolos y banderas son "gratuitos", como tú mismo señalas.

No estoy de acuerdo, de la misma manera que por el hecho de que un asesino se valga de un cuchillo para matar no podemos concluir que la herramienta llamada cuchillo sea "gratuita" o innecesaria.

Sí, los símbolos y las banderas son necesarios, pero para representar a naciones reales con trayectorias históricas reales, lo mismo en unos JJOO que en cualquier otro acto internacional. Lo que no es de recibo es equiparar la simbología de una nación, que lo es por imperativo histórico, con la simbología creada ad hoc por tontilocos como Sabino Arana.

Me alegra que compartas una parte importante de mi comentario, precisamente la más argumentada dialécticamente, ya que la cuestión no radica en defendernos con el consabido "y tú más" ni con el "yo no, pues tú tampoco".

Efectivamente, la solución no pasa por radicalizar nuestra españolidad, diciéndoles a los nacionalistas periféricos: "Si tú eres nacionalista, entonces yo más".
Pero tampoco es solución alguna, y eso pretendía criticar, decir "yo no soy de los de ¡Arriba España" ni franquista, así que tú tampoco seas de Arana o Macià".

NO, no estoy de acuerdo ni con el "y tú más" ni con el "yo no, pues tú tampoco" que pareciera implícito en la reflexión de Reverte.

Es necesario esgrimir una exquisita pedagogía que deje bien claro que España es una nación por derecho propio avalada por la historia, y que ninguna de las actuales autonomías que reclaman "el status de nación" llegaron a serlo a lo largo de la historia.
Hay que dejar bien claro que "ante el vicio de pedir independencias, estados federales, o autodeterminaciones, está la virtud de saber negar"
Y debemos ser valientes y saber que no negamos por maldad, ni por espíritu imperialista impositor, como pretenden hacernos creer para generar en nosotros complejos y sentimientos de culpa, sino por RESPONSABILIDAD con nuestro legado histórico.
Si se pierde dicho imperativo de deber, por preservar quienes somos a través de nuestros símbolos, no quedará ningún español en el futuro que pueda recordar al mundo venidero "quiénes fuimos" (Alatriste)

Saludos de un Apañó